Llevo días
con una idea que hoy leyendo en redes y en otros sitios como blog termina por
tomar cuerpo suficiente como para dedicarle un pequeño escrito en esta
octavilla.
Quisiera
resumirla y no irme por los cerros de Matalascañas, a ver si soy capaz.
La idea
genérica- ya se que hay muchas excepciones, así que no empecemos con los
matices y etcéteras- es la que sigue: mientras en España la Izquierda siga
considerando la cultura y lo que le afecta a ésta como ocasión propicia para
meterse con eso que llaman “burguesía”, la cultura seguirá siendo de la
derecha.
Todos
queremos ser muy progres, decir frases que nos hagan trending post, todos vamos
de malditos, de anti sistema, de más papistas que el papa. Y sucede que
decimos, escribimos y comentamos cosas de modo tal que más pareciera que somos
analfabetos y estamos orgullosos de serlo y lo mostramos para que nos aplaudan
por querer ser borricos, en vez de haber dicho algo que tenga sentido.
Y concreto:
verán ustedes hijos míos, criaturitas, disfrutar el concierto de Viena de Año
nuevo no es “propio de burgueses” y si lo fuera lo único que demostraría es que
la “clase obrera” esa que ustedes quieren tanto es inculta. Disfrutar la música
es propio de gente culta; les parezca a ustedes bien, mal o regular. Y decir
idioteces al respecto solo demuestra su idiotez.
Decir que qué
pocas mujeres hay en la orquesta de Viena como tiene a bien informarnos el
señor Llamazares, haciendo gala de feminismo irredento y olé, es lo mismo que
ir a un concierto de Víctor Manuel y decir que hay que ver, no lleva la
banderita de IU en la solapa. O sea, sin perdón, una soplapollez.
Para cierta
izquierda de este triste país lo importante parece ser las formas de la
religión que parecen profesar. No es de extrañar que efectivamente la cultura
se la apropie la derecha. Porque no tiene que justificar nada. Y me explico:
para cierta izquierda, o gente que dice ser de izquierdas, todo lo que se
refiere a la cultura es cosa de fascistas porque siguen en el manual de la
lucha de clases. Es decir, que comprarse un cuadro es una cosa muy mala porque “estamos
contribuyendo a la opresión de no se quién”. Hasta que la izquierda no pierda
la vergüenza a reconocer que disfruta en un concierto, sentadito en un palco, y
escuchando a Chopin, o yendo a Louvre sin pensar en “como sufren los niños de
Biafra”, entre otras cosas porque en mitad de Louvre no va uno a ejercer de
ideólogo sino a ver cuadros, no estará en disposición de disputarle a la
derecha el lugar que naturalmente
también le corresponde. Ni como gestor, ni como creador, ni como simple
disfrutante de ella.
Es una paradoja que la izquierda que dice
precisamente que la cultura no debe ser elitista, se encargue de señalar
siempre que viene a pelo, o aunque no venga, que la manifestación que sea de
ésta, es una idiotez, o está muy mal, o es “fascista” o etc. Hasta el Pato
Donald es fascista, vaya por diox. Y él sin saberlo. De modo que para crear
cultura del tipo que sea o nos ponemos el manual de don Carlos Marx debajo del
cuello o somos fascistas, o burgueses malísimos. Así que no escuche usted el
Requiem de Beethoven porque es fascista, ni vaya a ver la Anunciación de
Murillo porque es fascista, ni se le ocurra disfrutar con Hamsum, porque es
fascista, ni lea a Borges, porque era un fascista.
Y por
supuesto en año nuevo no escuche a los Strauss, porque eran fascistas: póngase
usted en el balcón de su casa y escuche los bocinazos de la calle y después
escriba sobre la alienación de las ciudades y el oprobio de los burgueses.
Igual así
reciben el urbi et orbi pero a mí los fascistas me parecen ustedes.
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