domingo, 1 de enero de 2012

Un oculto fascismo.


Llevo días con una idea que hoy leyendo en redes y en otros sitios como blog termina por tomar cuerpo suficiente como para dedicarle un pequeño escrito en esta octavilla.

Quisiera resumirla y no irme por los cerros de Matalascañas, a ver si soy capaz.


La idea genérica- ya se que hay muchas excepciones, así que no empecemos con los matices y etcéteras- es la que sigue: mientras en España la Izquierda siga considerando la cultura y lo que le afecta a ésta como ocasión propicia para meterse con eso que llaman “burguesía”, la cultura seguirá siendo de la derecha.

Todos queremos ser muy progres, decir frases que nos hagan trending post, todos vamos de malditos, de anti sistema, de más papistas que el papa. Y sucede que decimos, escribimos y comentamos cosas de modo tal que más pareciera que somos analfabetos y estamos orgullosos de serlo y lo mostramos para que nos aplaudan por querer ser borricos, en vez de haber dicho algo que tenga sentido.

Y concreto: verán ustedes hijos míos, criaturitas, disfrutar el concierto de Viena de Año nuevo no es “propio de burgueses” y si lo fuera lo único que demostraría es que la “clase obrera” esa que ustedes quieren tanto es inculta. Disfrutar la música es propio de gente culta; les parezca a ustedes bien, mal o regular. Y decir idioteces al respecto solo demuestra su idiotez.

Decir que qué pocas mujeres hay en la orquesta de Viena como tiene a bien informarnos el señor Llamazares, haciendo gala de feminismo irredento y olé, es lo mismo que ir a un concierto de Víctor Manuel y decir que hay que ver, no lleva la banderita de IU en la solapa. O sea, sin perdón, una soplapollez.

Para cierta izquierda de este triste país lo importante parece ser las formas de la religión que parecen profesar. No es de extrañar que efectivamente la cultura se la apropie la derecha. Porque no tiene que justificar nada. Y me explico: para cierta izquierda, o gente que dice ser de izquierdas, todo lo que se refiere a la cultura es cosa de fascistas porque siguen en el manual de la lucha de clases. Es decir, que comprarse un cuadro es una cosa muy mala porque “estamos contribuyendo a la opresión de no se quién”. Hasta que la izquierda no pierda la vergüenza a reconocer que disfruta en un concierto, sentadito en un palco, y escuchando a Chopin, o yendo a Louvre sin pensar en “como sufren los niños de Biafra”, entre otras cosas porque en mitad de Louvre no va uno a ejercer de ideólogo sino a ver cuadros, no estará en disposición de disputarle a la derecha  el lugar que naturalmente también le corresponde. Ni como gestor, ni como creador, ni como simple disfrutante de ella.

 Es una paradoja que la izquierda que dice precisamente que la cultura no debe ser elitista, se encargue de señalar siempre que viene a pelo, o aunque no venga, que la manifestación que sea de ésta, es una idiotez, o está muy mal, o es “fascista” o etc. Hasta el Pato Donald es fascista, vaya por diox. Y él sin saberlo. De modo que para crear cultura del tipo que sea o nos ponemos el manual de don Carlos Marx debajo del cuello o somos fascistas, o burgueses malísimos. Así que no escuche usted el Requiem de Beethoven porque es fascista, ni vaya a ver la Anunciación de Murillo porque es fascista, ni se le ocurra disfrutar con Hamsum, porque es fascista, ni lea a Borges, porque era un fascista.

Y por supuesto en año nuevo no escuche a los Strauss, porque eran fascistas: póngase usted en el balcón de su casa y escuche los bocinazos de la calle y después escriba sobre la alienación de las ciudades y el oprobio de los burgueses.

Igual así reciben el urbi et orbi pero a mí los fascistas me parecen ustedes.




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