viernes, 6 de abril de 2012

Crítica futura.


Llevo días pensando qué se dirá dentro de cien años-si se llega- de nuestra época. Cómo la calificarán los historiadores, los políticos, qué pensarán de nuestro arte, de nuestra cultura, de nuestra vida en sociedad. Cómo catalogarán nuestras costumbres, nuestras formas de asociarnos, nuestras estructuras económicas.


Y para ser breve resuelvo que no quisiera ser yo ese historiador. Tendría que decir que el mundo se componía de una superestructura económica que dominaba las decisiones individuales de los gobiernos. Que la sociedad fue avanzando cada vez más en la división según la riqueza o pobreza de los países, que el asociacionismo no existía o era papel mojado. Que la tecnología se usaba por los grandes emporios de la comunicación para inundar a los ciudadanos de informaciones irrelevantes y darles una ilusoria sensación de libertad. Que las decisiones sobre la naturaleza, el medio ambiente, la habitabilidad del planeta se hacían sólo si beneficiaban a los poderes económicos  dominantes. Que no existía posibilidad real de intervención alguna del ciudadano en las cosas que le afectaban.  Que nadie se rebeló realmente contra ese estado de cosas. Que las revoluciones eran inmediatamente manipuladas y diluidas en soflamas. Y así siguiendo.

Menos mal que no tendré ocasión de hacer esa crítica.


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